22 de diciembre de 2006

LA METAFORA DE LA MUERTE Y EL PINOCHETISMO
Juan Varela Reyes
Sociólogo
“Los molinos están quietos,
Sólo falta que sople el viento”


La muerte de uno de los personajes más oscuros de nuestra historia nos ha puesto de nuevo frente a una de las metáforas más radicales con que se ha escrito la historia chilena durante los últimos años: la muerte. Con distintos símbolos y significados ella se ha presentado, golpeando con fuerza a todos los sectores de la sociedad. Para algunos ha sido la muerte de “su” icono más importante; para los demás no fue otra cosa que la muerte “del” dictador y todo lo que representaba y que retrotrajo las conciencias a las crueldades cometidas durante la dictadura, con toda su carga de violencia y brutalidad. Queda, aún con este hecho, la amarga sensación de que, como extraña paradoja, la muerte le salvó de la justicia y que la gran mayoría de sus tropelías, abusos y despotismos quedaron al fin de cuentas sin castigo.

Sin embargo, no es sólo la muerte física del dictador, esa reducción a cenizas, lo que interesa destacar a la hora de pensar en la historia chilena reciente. Son otras las muertes que se presentan de nuevo, específicamente en este caso la muerte de la posibilidad de la justicia, incapaz deliberadamente de cumplir el rol que le corresponde, nada extraño por lo demás.

Se trata de otras muertes, esas que han estado presentes a lo largo de estos años: “la muerte de la política y de las ideologías”, “el fin de la historia”, “la muerte de la sospecha”, “el fin de los proyectos revolucionarios” y un largo obituario en el cual los proyectos, los sujetos, la razón para construir lo nuevo, son los que han sacado la peor parte. A partir de y sobre esas defunciones se ha instalado un solo modo de pensar, de concebir al hombre y la sociedad, de pensar en lo que es bueno y mejor para todos. No hay cabida en estas estructuras de pensamiento único lugar para proyectos alternativos… estamos obligados a pensar y actuar desde el otro lado de la vía.

La muerte también provoca surgimientos o “retornos” , lo que nos lleva a plantearnos algunas interrogantes que surgen de lo que hemos visto en estos días: ¿qué explica el pinochetismo desatado que hemos presenciado?, ¿cómo explicar esta suerte de cultura pinochetista?. Según nuestro parecer las respuestas no pueden ser aprioristas ni ontológicas, vale decir, no hay creemos una sola respuesta ni tampoco una que por si sola sea la explicación del fenómeno.

Es cierto que ello se puede explicar mediante la apelación a la existencia de una constitución hecha a la medida de un sector determinado de la sociedad, identificado con las ideas del personaje aludido al inicio. El aspecto normativo es importante, pero no resuelve por sí solo el problema planteado: las constituciones no son producto de actos mágicos, siempre están relacionados a intereses económicos, sociales y políticos de una clase determinada y como cuerpos de normas y reglas quedan cortos a la hora de explicar la totalidad.

Se puede tratar de explicar el fenómeno desde una perspectiva culturalista, como cultura del pinochetismo, asumiendo como cultura una estructura de significados que orientan y dan sentido a la vida de individuos y colectividades, pero tampoco es toda la explicación: hay sectores económicos, políticos que hegemónicamente ocultan sus reales motivaciones, mientras los dominados lo hacen en función de aquellos intereses más cercanos, sus emociones e inseguridades. Es decir, el pinochetismo como fenómeno no da cuenta a simple vista de los intereses que en esencia oculta.

Asumiendo las anteriores explicaciones como válidas y que cada uno hace su propio aporte a la hora de interrogar a la realidad sobre el fenómeno pinochetista, agregaremos una que pensamos también tiene su propia validez. Junto a la muerte que hemos señalado como metáfora radical se ha instalado otra, con su propia radicalidad: la impunidad. Todos los crímenes cometidos en dictadura han quedado impunes. Y esta impunidad se ha extendido a todos los ámbitos del quehacer social y político. Los patrones se sienten impunes al atropellar los derechos de los trabajadores; la así llamada clase política de seguir usando el poder político y económico en sus propios fines particulares y personales, con lo cual la corrupción se ha ido cubriendo de su propio manto de impunidad.

En esta situación, el pinochetismo, los poderosos, la clase política se sienten impunes y traspasan ello al conjunto de la sociedad. Si tanto crimen y atropello quedaron sin castigo, entonces, es posible que todo lo que ocurre, en términos de atropellos al derecho a la educación, a la salud, a la justicia, a la vida en definitiva, se pueden llevar a cabo sabiendo que ello tendrá la seguridad de no ser cuestionado ni menos castigado. Dicho de otra manera, lo mismo que se vivió en dictadura, salvo maquillajes más o menos, es lo mismo que se vive hoy. Más preciso aún: el discurso oficial dice que hoy en Chile hay un régimen democrático con enclaves autoritarios, pensamos que es exactamente al revés: vivimos en un régimen autoritario con algunos enclaves democráticos y en ese escenario se siguen produciendo otras muertes como es el caso del surgimiento del pinchetismo que hemos visto.

Santiago, Diciembre 22 de 2006

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